Más allá de que la actuación de alguno de sus directores gerentes deja bastante que desear —como es el caso de Rodrigo Rato o Dominique Strauss-Kahn— las recetas del Fondo Monetario Internacional son la cabal expresión de un neoliberalismo económico que sólo busca facilitar pistas por las que transite la codicia, con frecuencia asociada al poder. Codicia de los poderosos traducida a recetas que se sugieren a los gobiernos. Pese al desprestigio institucional que supone la escasa fiabilidad de los datos macroeconómicos que proyectan quienes hacen de oráculos económicos de dicho organismo, siguen recetando sobre la base de algunas de las más detestables prácticas del liberalismo económico que acompañó a las llamadas Primera y Segunda revoluciones industriales, las del siglo XIX, la del carbón, la metalurgia, los textiles y el ferrocarril, y la de la industria química, la siderurgia y los combustibles fósiles.
Causa grima comprobar cómo, sin el menor pudor, modifican las cifras de sus predicciones de crecimiento, cada vez que anuncian sus previsiones, cosa que hacen trimestralmente. El caso del Producto Interior Bruto que marcan para España es para que no volvieran a hacer una sola predicción. Con todo, no es lo más lamentable. Sus fiascos estadísticos van siempre acompañados de recetas con las que pretenden dirigir la economía por derroteros de difícil explicación para una buena parte de los ciudadanos. Las últimas prescripciones para un enfermo que ha salido de los cuidados intensivos, como es el caso de nuestro país, son que no haya revalorización de las pensiones en los próximos años, o como mal menor mantener su incremento en el 0,25 por ciento anual. La razón fundamental es el agujero que tienen las cuentas de la Seguridad Social. Ese agujero es, más allá del crecimiento del número de pensionistas y de la prolongación de la vida, la consecuencia de las recetas que ellos recomendaron: reducción de las cuotas empresariales de la Seguridad Social con lo que el sistema tiene graves dificultades para financiarse. Sus gurús no tienen empacho en recomendar, cuando a muchas familias les cuesta llegar a final de mes, a quienes quieran tener en el futuro una pensión formalicen un plan de pensiones privado. Lo que no nos dicen es el beneficio que, sin riesgos, obtiene el banco que lo gestiona.
También en sus recetas ha estado presente siempre una extremada contención salarial, con lo que la capacidad de ahorro de los trabajadores se ha visto seriamente limitada. En aras de la productividad fue el Fondo Monetario Internacional quien dio los primeros pasos para tratar de establecer lo que hoy quiere convertirse en norma: el incremento del coste de la vida no es una referencia para la subida de los salarios. Por otro lado, insisten, para el caso de España, en subir el IVA afirmando, textualmente, que eso supondrá «captar recursos financieros para atajar la desigualdad». Su cinismo económico no necesita mayores explicaciones, siendo el IVA un impuesto que a todos nos afecta por igual, independientemente de cuáles sean los ingresos de quien paga el recibo de la luz, la factura del teléfono o compra un electrodoméstico.
En fin, son políticas derivadas de los planteamientos de Milton Friedman que, quizá, eran explicables cuando los acuerdos de Breton Woods para afrontar un mundo devastado por la Segunda Guerra Mundial. Pero a estas alturas, cuando se nos dice que estamos saliendo de la crisis… centran sus esfuerzos en aumentar los beneficios de las empresas para retribuir al accionista.
(Publicada en ABC Córdoba el 16 de agosto de 2017 en esta dirección)